miércoles, 1 de diciembre de 2010

UN VIAJE PARA RECORDAR

De Ica a Palpa


Ica, región Ica – Palpa que reúne en sí belleza incomparable, su laguna Huacachina, La Huega, La Victoria, le daban la frescura necesaria a los ciudadanos y visitantes a este hermoso departamento de clima caliente, ventiscas y de sol radiante, su valle lleno de vegetación y sus desiertos cautivan a propios y extraños, entre sus productos vegetales están la vid, la uva, una fruta cuyo origen es muy, pero muy antiguo en el mundo, de cuyo encantador jugo sale la cachina, el vino, el pisco, de sabores variados, celebrándose una fiesta a su nombre y por su razón, llamada la vendimia, festejos a los que acuden desde todos los países del mundo, se celebran grandes peleas de gallos, reinados, carreras de chachigros y otras actividades.

Es un pueblo sumamente religioso y creyente por lo que las procesiones se suceden con cierta continuidad, en la propia ciudad como en sus distritos, siendo el festejo más importante la veneración al Señor de Lúren, que lo acompañan grandes multitudes de creyentes.

Es así como en el verano del año 1954 febrero para ser más precisos, me encontraba en Ica, participando en unos cursos en la gran unidad escolar San Luis Gonzaga, coincidimos con un amigo “palpeño” donde vivíamos a dos cuadras de distancia y nos conocíamos desde niños, es así como nos pusimos de acuerdo para realizar un viaje de Ica a Palpa, 100 kms de distancia por la Panamericana Sur ¡ida y vuelta! 200 kms era un espíritu de juventud aventurera, y nos parecía fácil, fácil y así lo decidimos y lo acordamos, sin medir razones ni consecuencias, ambos teníamos nuestras bicicletas, casi nuevas, marca “Hércules”, la misma marca, nos vitalizaba, eran de paseo, bastante fuertes.

Así pues, un día del mes de Febrero de 1954, salimos decididos a efectuar el viaje a bicicleta de Ica a la provincia de Palpa, serían las 10 am con un sol radiante y por lo menos 22 grados de temperatura, recuerdo que pasamos por unos parrales y decidimos llevar con nosotros algunos racimos de uva ¡para la sed! Dijimos pues, no llevábamos agua ni ningún otro líquido, pasamos Santiago, un lugar desde donde comenzaba el desierto, ya teníamos un sol candente, avanzamos unos 5 kms y comenzamos a sentir el embate de los vientos cargados de arena caliente y así continuaba pedaleando, consumimos toda la uva, parábamos a intervalos y nos animábamos a continuar, paraban algunos vehículos, camiones, camionetas y otros nos invitaban a llevarnos, pues es de suponer que nuestro aspecto no era muy saludable, las “paracas”, vientos cargados de arena del desierto iqueño nos envolvían periódicamente, teníamos hambre, habíamos bajado de la bicicleta y caminando a pie varias veces y así serían las 5 pm cuando llegamos del distrito de Santa Cruz, ya estábamos en la provincia de Palpa llegando al “túnel” el que teníamos 150 mts de largo por donde pasaba la carretera Panamericana Sur, nos detuvimos un momento antes de ingresar al túnel que por cierto se veía oscuro y al final se distinguía una claridad, era la salida, nos alegramos pues sabíamos que desde ahí se iniciaba una bajada, todo era pendiente, por lo menos 3 kms hasta llegar al distrito de Río Grande y así con cierto ánimo ingresamos al “túnel” avanzamos unos 50 mts por cierto que la pista dentro del túnel era en bajada, lo que hizo que nuestras bicicletas tomaran velocidad, se engancharan y caímos estrepitosamente, uno sobre el otro, entre las bicicletas, no veíamos absolutamente nada, era una oscuridad sepulcral, diríamos y así escuché la voz de mi amigo Alejandro quien se quejaba pues decía no me muevas, pues habíamos caído cerca uno del otro, estábamos sobre las bicicletas, traté de reincorporarme y él insistía que no lo mueva, diciendo “el timón de la bicicleta me ha atravesado el estómago” pensé en ese momento lo peor.

Por un instante pensé lo peor, el sol, el cansancio, la sed, esta minando nuestra cordura, el hambre nos había debilitado, es así como arrastrándome un poco, guiado por su voz, llegué a su lado, pude tocar su cuerpo que boca abajo permanecía sobre una de las puntas del timón de su bicicleta, en una reacción mas por la preocupación que me causaba el escuchar que estaba “herido de muerte” metí mi mano bajo su vientre llegando a tocar el timón, subiéndola hasta tocar el final del tubo del timón, metiendo mi mano entre el timón y la barriga de mi amigo Carlos descubrí, tuve la certeza, de lo que le sucedía y entre sorprendido y aliviado le dije “fuerte” pues las palabras resonaban dentro del túnel y si se levantaba la voz aún más ¡estás vivo! ¡estás vivo! El timón no te ha herido, no sientes mi mano, muévete, sal a un costado, que estas sobre la punta del timón, acto seguido con la otra mano lo empujé de costado, tratando que salga de la posición incómoda en que se encontraba.

Acto seguido escuché que decía ¡no tengo nada! ¡estoy bien! Y así estos gritos y palabras, nos reanimaron, parándonos en medio de una oscuridad absoluta, recogimos caminando haciendo rodar nuestras bicicletas y seguimos caminando hasta salir del túnel, por suerte, no venía ningún vehículo, en ningún sentido, seguramente que podía habernos sucedido algún percance mayor, llamémosle suerte o buena ventura.

Una vez fuera la visibilidad era tenue y dándonos valor hicimos un registro de nuestras heridas, yo tenía un tremendo raspón en la rodilla, que me sangraba, un codo igualmente raspado, así como el antebrazo, mi amigo Carlos tenía parte de la cara raspada, el brazo desde la muñeca, codo raspado y le dolía una rodilla.

Nos miramos y dijimos, ya estamos cerca, aun a pie tenemos que llegar e iniciamos el descenso por esa carretera, en cuyo tramo, muchos ómnibus se fueron al precipicio, accidentes donde muchos pasajeros perdieron la vida, decían que uno de los hermanos Gálvez, corredor de autos de esa época, que cuando subía hacia el túnel viniendo de Arequipa, su máquina no podía trepar y dándole vuelta a su auto inició el ascenso, llegando a la cúspide, hay una curva y luego se va directo al túnel en mención, pues parece que fue la emoción o una distracción, impulso tan fuerte su vehículo que cayó al precipicio de mas de 200 metros, deslizándose hasta el fondo, llegando ileso, iniciando el ascenso a pié presuroso, llegando a la cúspide, la carretera, cansado y agotado, recogiéndolo otro corredor (Alvarado) quien lo dejó en Ica (ciudad) pues la carrera era hasta Lima, ¡nobleza manda! Dirían los abuelos y… así por esos caminos penosamente casi 5 kilómetros entre subidas y bajadas pasamos por Río Grande llegando a Palpa a las 9 pm cruzando Los Portales de Palpa con nuestra bicicleta al costado, rodando aún, alegres henchidos y orgullosos por haber llegado, tristes por que se acababa tan simpática aventura.

Mi amigo Carlos se quedaba primero, pues yo tenía que caminar dos cuadras más, nos despedimos diciendo ¡hasta mañana, tenemos que regresar! Amanecí volando de fiebre, con dolores en todo el cuerpo, atendido por mi santa madre que me miraba con pena, lástima y mucho pero mucho amor maternal, queriendo que le contara que había pasado y yo insistía en que me dolía todo el cuerpo…. Y el regreso ….? Luego me enteré que mi amigo Carlos estaba igual que yo…

Se sufre… pero se aprende …

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