Los meses de invierno corren lentos, fríos y húmedos en la puertas que dan los servicios a las naves que transportaban mercancías, son de continuidad obligatoria y si están organizadas para que se den las 24 horas del día en el Puerto del Callao.
Era el año 1988, en el mes de julio, es el caso que en cumplimiento de de mis funciones como operador de equipo motorizado, uno de esos días fui nombrado para atender una descarga de “Huacales” que son paquetes de laminas de fierro debidamente enzunchados (atadas).
En esta oportunidad me toco manejar un elevador (pato) para ejecutar el levante de los Huacales que se descargaban de un buque por una de sus escotillas.
Saliendo de mi base, llegue a espigón donde descargaban los Huacales mencionados, mi labor consistía en coger los paquetes de Huacales con las uñas de mi maquina, levantándolo e iba ubicándolo sobre las vagonetas (que son planchas planas de fierro con ruedas pequeñas pero fuertes) para que puedan soportar grandes pesos de 10, 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80 y más toneladas de peso); que enganchadas a un “tractor”; carros diseñados para jalar grandes pesos, implementando con motores potentes, transportando las mercancías en este caso los “Huacales” hasta la zona señalada para su almacenamiento.
Mencioné al inicio de mi relato, trabajé maniobrando el elevador, recogiendo los Huacales, que venían siendo descargados del buque acoderado en el espigón, para cobrar en la plataforma de la vagoneta efectuando una serie de maniobras necesarias casi siempre al filo del espigón; entre la nave y el espigón queda un vacío para el vaivén del buque por el movimiento de las aguas.
En los espigones existen unos buzones cuyas tapas son de fierro gruesas y pesadas para dar seguridad, soportando el peso de vehículos pesados si fuera el caso.
Estos buzones tienen diferentes funciones entre ellas están las llaves del agua que abastecen a los buques cuando lo solicitan (agua dulce) que la requiere para su uso en el buque.
Es así como en una de estas maniobras una de las llantas posteriores del elevador en el giro que hago, hace que la tapa salte y la maquinaria caiga de lado, dado que la profundidad de estos buzones hubiera provocado que mi maquinaria se hubiera volteado, cayendo al mar, llevándome consigo puesto que no hubiera tenido tiempo de reacción alguna.
Lo bueno y providencial fue que la llanta cayo directamente sobre la llave circular que abre y cierra el paso del agua, que tiene cierta altura, porque si no hubiera sido así, hubiera caído la llanta al vacío y la maquina no se hubiera volteado lanzándose a las aguas arrastrándome en su caída puesto que estaba sentado, agarrado solo del timón.
Pues bien en esta posición quedó la maquina y yo; los trabajadores se arremolinaron al entorno y gritaban que no me moviera ni soltara el freno (el pedal del freno) pues lo tenía presionado y así permanecí, minutos más, minutos menos, hasta que llegó un operador con una maquina más grande que la mía (de mayor tonelaje) y uñas más largas.
Es así como se inició la operación de rescate cruzando las uñas del elevador por debajo de mi maquina y luego comenzó a elevarme estando en el aire mi maquina en posición segura procedí a abandonar mi unidad.
Siendo felicitado por mis compañeros de trabajo por el providencial desenlace sin sufrir daño alguno, fuera del susto producto de las circunstancias vividas.
Era el año 1988, en el mes de julio, es el caso que en cumplimiento de de mis funciones como operador de equipo motorizado, uno de esos días fui nombrado para atender una descarga de “Huacales” que son paquetes de laminas de fierro debidamente enzunchados (atadas).
En esta oportunidad me toco manejar un elevador (pato) para ejecutar el levante de los Huacales que se descargaban de un buque por una de sus escotillas.
Saliendo de mi base, llegue a espigón donde descargaban los Huacales mencionados, mi labor consistía en coger los paquetes de Huacales con las uñas de mi maquina, levantándolo e iba ubicándolo sobre las vagonetas (que son planchas planas de fierro con ruedas pequeñas pero fuertes) para que puedan soportar grandes pesos de 10, 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80 y más toneladas de peso); que enganchadas a un “tractor”; carros diseñados para jalar grandes pesos, implementando con motores potentes, transportando las mercancías en este caso los “Huacales” hasta la zona señalada para su almacenamiento.
Mencioné al inicio de mi relato, trabajé maniobrando el elevador, recogiendo los Huacales, que venían siendo descargados del buque acoderado en el espigón, para cobrar en la plataforma de la vagoneta efectuando una serie de maniobras necesarias casi siempre al filo del espigón; entre la nave y el espigón queda un vacío para el vaivén del buque por el movimiento de las aguas.
En los espigones existen unos buzones cuyas tapas son de fierro gruesas y pesadas para dar seguridad, soportando el peso de vehículos pesados si fuera el caso.
Estos buzones tienen diferentes funciones entre ellas están las llaves del agua que abastecen a los buques cuando lo solicitan (agua dulce) que la requiere para su uso en el buque.
Es así como en una de estas maniobras una de las llantas posteriores del elevador en el giro que hago, hace que la tapa salte y la maquinaria caiga de lado, dado que la profundidad de estos buzones hubiera provocado que mi maquinaria se hubiera volteado, cayendo al mar, llevándome consigo puesto que no hubiera tenido tiempo de reacción alguna.
Lo bueno y providencial fue que la llanta cayo directamente sobre la llave circular que abre y cierra el paso del agua, que tiene cierta altura, porque si no hubiera sido así, hubiera caído la llanta al vacío y la maquina no se hubiera volteado lanzándose a las aguas arrastrándome en su caída puesto que estaba sentado, agarrado solo del timón.
Pues bien en esta posición quedó la maquina y yo; los trabajadores se arremolinaron al entorno y gritaban que no me moviera ni soltara el freno (el pedal del freno) pues lo tenía presionado y así permanecí, minutos más, minutos menos, hasta que llegó un operador con una maquina más grande que la mía (de mayor tonelaje) y uñas más largas.
Es así como se inició la operación de rescate cruzando las uñas del elevador por debajo de mi maquina y luego comenzó a elevarme estando en el aire mi maquina en posición segura procedí a abandonar mi unidad.
Siendo felicitado por mis compañeros de trabajo por el providencial desenlace sin sufrir daño alguno, fuera del susto producto de las circunstancias vividas.
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