lunes, 13 de diciembre de 2010

UN CÁLCULO CELESTIAL


En el año 1967 el transporte de carga de camiones en el terminal marítimo del Callao era fluido. Las mercancías en un porcentaje elevado eran transportadas a granel – suelta y en cajones.

Para entonces las partes para ensamblaje de vehículos venían en cajones – CKD – los cuales se transportaban por mar en buques, llegando al Puerto de Callao, siendo almacenados en diferentes zonas que poseía este puerto para este tipo de mercancía.

Para entonces trabajaba para el gremio de trabajadores de carga en camiones en el terminal marítimo del Callao como administrador y afiliado a la vez al gremio el que tenía muchos años de antigüedad. En el año 1967, con una gran trayectoria pues sus afiliados eran propietarios de camiones, podían tener un camión, como flotas numerosas de vehículos registrados, habían más de 600 camiones en esa época, camiones de plataforma en su gran mayoría, el tonelaje que transportaban eran de 5 toneladas a 14 toneladas como máximo con raras excepciones pues solo existían en el puerto 5 tráileres, entre los propietarios podría enumerar al amigo Rosso, Palomares, entre otros.

Los transportistas de esa época eran en muchos casos tradicionales, eran familias que tenían historia en el terminal marítimo del Callao, como transportistas daré algunos nombres que aún recuerdo: Gonzales, Miglía, Queirolo , King, García, Miranda, Rojas, Palomares, Duffo, Salazar, Martín Cancino, Marengo, Aguayo, Akerman, Rojas, y muchos más todos ellos luchadores constantes por el crecimiento y desarrollo de nuestro puerto, el Callao y el Perú, en general pues dedicaron su vida a ser parte de la cadena logística productiva en la importación y exportación de mercancías, contribuyendo con el desarrollo y el crecimiento económico de nuestro país; para entonces las naves que llegaban eran mucho más pequeñas de las que llegan hoy en día y eran atendidas por los estibadores para su descarga y carga, los estibadores eran un gremio bien organizado y todo el trabajo se realizaba con fuerza, algarabía, alegría, bromas van y vienen y los camiones iban siendo cargados o descargados con uno u otro producto de importación o exportación.

Para este caso mi camión fue cargado con paquetes CKD (cajones) cuatro o cinco cajones. Saliendo del puerto cargado luego de cumplir con el papeleo y el pesaje correspondiente, rumbo a la carretera central a la planta de ensamblaje, un viaje de más o menos tres horas, el recorrido lo hacía lento pues mi camión era un Ford 55 de plataforma, llevaba de carga unas 07 toneladas, llegando al destino sin mayores dificultades, efectuando la descarga, ya para entonces serían las 11 am, pues había salido del puerto a las 7 am de regreso tomé la Av. Javier Prado a una velocidad bastante lenta pues no había apuro alguno, sabía que había transportado los últimos cajones y que no había más carga que transportar, por ese día recuerdo que era un día domingo, de esos que se encuentran las calles mucho más tranquilas que el resto de los días de la semana.

Llegando al cruce de la Av. Salaverry y Pershing en el distrito de San Isidro, distinguí las luces en el semáforo que se encontraba ubicado al lado derecho efectuando el cambio de luz a ámbar cuando me encontraba a unos 30 metros de la esquina, delante iba un Volkswagen (auto escarabajo) y un Ford modelo 1952, color azul, ambos se detuvieron uno a la derecha y el otro pegado a la izquierda, pise el freno con la intención de parar yéndose el pedal al fondo, tomando mayor velocidad el vehículo (camión) a raíz de quedarse las ruedas liberadas de los frenos, ¡el camión estaba sin frenos!.

El espacio que tenía para pasar por en medio de los vehículos detenidos, era muy reducido, tomado del timón, me sentí volar del lugar, mi atención la puse en el cálculo que debía hacer para pasar por en medio de los dos vehículos estacionados, sin dañarlos, fue así que providencial y milagrosamente, pues tampoco venía vehículo alguno por la Av. Salaverry, que era lo que tenía el pase autorizado puesto que la luz verde le debía estar dando el pase.

Todo no tendría mayor observancia pues diríamos que aun mi mente está confundida y el espacio era suficientemente amplío para permitir el paso de mi camión.

Agradeceré a mis lectores considerar las siguientes consecuencias del paso de mi camión, antes voy a describir la conformación de la plataforma del camión, como era el uso aunque no general, pero en mi, caso, si la plataforma a los lados tenía unos “varales” (una madera viga de 4x4 diremos de grosor y el largo era todo el largo de la plataforma, y unos 20 cm sobresalía en la parte delantera iba fijada a los “muertos” o travesaños, que daban mayor consistencia y las tablas correspondiente constituían la plataforma, en la construcción de ella no fijaron los varales con pines que sobresalieran pues la madera era totalmente lisa de punta a punta.

Es así como repetí en dos o tres oportunidades la acción de pisar el freno sin ningún resultado, pasando entre los dos vehículos mencionados en ese entonces, todavía la Av. Pershing tenía tierra a los lados de las pistas, ayudado por el freno de mano y la caja de cambios pare a unos 150 metros del cruce bajándome del camión presurosamente, regresé a donde estaban los vehículos que seguían estacionados, el Volkswagen tenía en el techo un roce notorio, lineal producto del rose del varal de mi camión con el techo del auto del Volkswagen, acudí al auto Ford 52 color azul y vi al chofer (conductor) sentado frente al timón, mantenía un brazo colgado pegado a la puerta del carro que mantenía un ancho bastante plano algo ¡raspado por el varal de la plataforma de mi camión! era el de un negro bastante avanzado de edad con cara de preocupación, susto temerosos con voz ronca me dijo “ya me jodí” “Ud. me ha sacado el brazo””ahora quien va a mantener a mis hijos, son chicos aun” ante tal aseveración, yo le miraba el brazo y le dije “Oiga su brazo está bien, mírelo” le dije y mirando llego a mover los dedos de la mano, levemente siguiendo con la otra mano, aferrado al timón, algo suplicante dijo ¡no la siento! yo le dije trate de moverla.

En ese instante se acercó una señorita la que manejaba el Volkswagen entre asustada y preocupada había estado observando el techo de su vehículo y dijo llevarlo al señor al hospital, a la vuelta hay una asistencia pública, yo asentí en sentido afirmativo y le dije al chofer que se mantuviera sentado y rígido que levantara su brazo y así lo hizo, parecía que la presión y fricción que había ejecutado el varal sobre su brazo contra la puerta le había adormecido el brazo. La señorita en mención dijo: no se preocupe por mi joven, voy a mi casa, acto seguido subió a su vehículo y se alejó.

El señor del Ford se mostraba poco reticente, indeciso, yo le propuse manejar su auto para llevarlo a la asistencia que en ese entonces funcionaba a escasas 06 cuadras, no aceptando, me dijo, yo puedo manejar con una mano.

Yo lo note algo recuperado del susto pues debemos suponer que perder un brazo no es cosa simple.

Bueno, arrancó su vehículo e iniciamos el trayecto hacia la posta, cruzando la Av. Salaverry siguiendo por la Av. Pershing, para esto comenzó a mover su brazo, saliendo de la pista, paró atrás del camión y como para convencerme que su brazo estaba bien lo movió en uno y otro sentido.

Yo le dije “gracias a Dios su brazo se encuentra bien”, el me respondió “sí pero mejor vamos a la asistencia” si, si le dije resignado pues yo no podía certificar nada.

Le dije que en la asistencia siempre había un policía que nos pondría una papeleta a cada uno, y eso nos perjudicaría económicamente, acordando ambos que ingresaríamos a la mencionada posta aduciendo una caída y que le dolía el brazo.

Así fue como ingresamos al local de la asistencia, se acercó el policía, el señor manifestó lo acordado nos hicieron pasar ante el médico de turno a quien manifestó lo mismo que al policía, el médico lo examinó le hizo hacer algunos ejercicios con su brazo, certificando que se encontraba bien, le recomendó usara aceptil rojo para las raspaduras.

Y así salimos lo ayude para que comprara su receta, despidiéndose cordialmente, deseándonos mutuamente ¡suerte! Celestial.

Estos hechos nos ayudan a entender y comprender que una voluntad nos acompañará siempre en todos los actos de nuestra vida y cuando concordamos con su magnificencia siempre seguirán estas incógnitas que felizmente, alcanzáramos, su gracia cuando seguramente nos hacemos merecedoras de ellas.

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