martes, 27 de octubre de 2009

Una ayuda celestial



Érase una vez... serían las cinco de la tarde, del año 1964 un joven ciudadano desde Lima emprendía un viaje al norte del país, más precisamente a la ciudad de Chiclayo, a bordo de su vehículo Toyota modelo 1963, conduciendo el vehículo, a cierta velocidad promedio, debido al mal estado de la pista, habían trechos en que tenia que ir a baja velocidad, muy tarde ya de noche, una noche oscura por demás, propia para referir los hechos que a continuación manifestamos.

Llegando al puente de Casma, por erosión de las aguas se tenía que seguir por un desvío para poder cruzar el río, como quiera que era la primera vez que efectuaba este viaje, nuestro personaje en mención, solo ya sediento y con hambre, decidido a continuar el viaje, ingresa al desvío y siguió por el durante más de quince minutos a baja velocidad, puesto que la vía era de tierra, suelta, tan es así, que podía verse, sentirse, oler el gran volumen de polvo que se levantaba al pasar el vehículo así continuaba, iba camino al interior en medio de Cañaverales, pues verdad, decía para sus adentros estoy perdido, no me oriento y creo estarme alejando cada vez más de la carretera (Panamericana Norte) cuando trataba de ver algo por las lunas laterales, estaba tan oscuro que sólo percibía renuentemente, las formas borrosas de las plantas de caña que semejaban fantasma las formas en movimiento, y solo al frente la luz de su vehículo le permitía ver la vía polvosa que se veía forzado a seguir, la vía era tan angosta que no podía pensar en dar la vuelta para regresar, retroceder, era imposible ya que al ver hacia tras era tan oscuro, recordaba su mente menciones como "era una boca de lobo" bajando la velocidad continuaba sin decidirse a parar, cuando de pronto ve alguien que parado casi al borde de la vía estiraba el brazo, como solicitándole que parase, haciéndolo así, luego de observarlo brevemente abrió la puerta del vehículo, por la sotana con la que vestía lo identificó como cura, el cura pregunto: ¿hacia donde se dirigía? Le contestó que iba a Chiclayo, a lo que le manifestó con cierta seguridad usted está perdido, respondiéndole, si no se, entré a un desvío para cruzar el río, y parece que me he pasado, no se como regresar, a lo que el cura le solicitó si podía llevarlo que el iba cerca, el conductor lo meditó un segundo, invitándolo a subir, luego de sentarse dentro del vehículo el cura le indicó que continuara que más adelante había un claro (espacio amplio donde poder dar la vuelta) y así fue, llegaron al claro, dando vuelta al vehículo, nuestro viajero observó de reojo al cura dándose cuenta que él lo observaba también, dijo como para tranquilizarlo; voy cerca, yo le indico donde debe voltear y cruzar el río y a continuación el cura casi afirmando le dijo: usted no es norteño viene de Lima, pero usted es del sur, a lo que nuestro viajero respondió, con cierta sorpresa, si así es, y ¿usted?, contestando el cura, yo también soy provinciano vengo de Chulucanas, ya tengo algún tiempo por acá.

Lo raro es que nuestro viajero sentía como una quietud y un silencio absoluto, dentro del vehículo y como si las palabras tuvieran eco o algo así, miro las lunas de las puertas, las que estaban cerradas y pensó, ¿debe ser por que las lunas estaban todas cerradas?, sentía tranquilidad y paz, ya que momentos antes sentía incertidumbre.

Llegando al lugar donde debía voltear el vehículo, el cura solo le hizo un gesto con la mano indicándole que volteara, entendiendo, casi como si la indicación se la hubieran dado verbalmente, cruzó el río, subió una pendiente hasta llegar a la carretera (Panamericana Norte) continuando por ella, unos diez a quince minutos, el cura luego de este lapso de tiempo le indicó que se quedaba por ahí, parando el vehículo bajo el cura, despidiéndose, con un gesto y blandiendo la mano en señal de bendición y despedida, extrañado nuestro viajero, miro a ambos lados de la pista.
Llegando a ver en medio de la oscuridad, al lado izquierdo una Ranchería, donde se distinguían unas lucecitas, que más parecían flamas de velas encendidas; y así continuó su camino hasta llegar a Chiclayo, donde se encontró con el amigo que lo había invitado, contándole brevemente, el suceso que referimos.

Pasaron quince días y de retorno a Lima viajaron juntos en el mismo vehículo, pasando el puente de Casma, algunos kilómetros, el amigo hace remembranza de lo contado, con referencia al cura y le propone regresar para ver si ubicaban el lugar donde el cura se había quedado; y así lo hicieron, retornaron al puente y continuaron unos quince minutos por la carretera hasta que divisaron unos Ranchitos a unos 70 ó 80 metros de la pista; cuadraron el vehículo al costado de la pista y se dirigieron a las casitas, notando conforme se acercaban que era construcciones de carrizo antiguo, viejas, derrumbadas; se notaba que estaban desde hace mucho tiempo abandonadas, podríamos decir años. Luego de observar detenidamente todos los alrededores, el amigo le dijo vámonos, que aquí se siente mucho frío, vamos, vamos respondió nuestro viajero que pensaba... y las luces.... y el cura... Bueno el interrogante está allí... usted señor lector(a) tiene la palabra.

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