Las cárceles en el mundo siempre están expuestas a sufrir “escapes” pues en su seno albergan a hombres o mujeres, según sea el caso, ya que todos los que sufren carcelería desean, ambicionan su libertad en muchos casos recurren a artificios inigualables o a actos que frisan en el suicidio, o actos en los que se requiere un esfuerzo físico ilimitado o demuestran capacidad creativa singular, todo esto desde nuestro punto de vista digno de mejor fin, ya que solo se trata de huir del cumplimiento de una medida social, sancionadora por cometer errores, que según la gravedad de ellos se hacen merecedores a una medida de represión, sanción o castigo.
Es de considerarse que en el mundo, son cada día mas los casos negativos de miembros de nuestra sociedad que merecen ser aislados, generalmente estos seres a pesar de pasar por un periodo de carcelería, reinciden, propiciando un alto costo económico su permanencia en estos centros de reclusión.
No se sabe aún si estos altos costos que producen las carcelerías podrían ser evitadas si se tuviera un conveniente sistema de rehabilitación dentro y fuera de las cárceles para estos seres.
Se debería considerar que en muchos casos, se graban estos caracteres a sangre y fuego en el espíritu y la mente de esos seres, que sufren hostilidad en sus hogares o nunca conocieron uno, abusos en su niñez e imposibilidad de recibir una educación y alimentación adecuada.
Toda atención y análisis de la personalidad de estos individuos se hacen generalmente después “D” y no antes “D” en muchos casos es muy difícil su readaptación, por lo que como dicen los entendidos, las sociedades deberían emplear sus mejores esfuerzos e inversiones en la atención de nuestra sociedad empobrecida y marginada antes de hacerlo sólo en el sentido represivo.
Es el caso que allá por los años 1954, me encontraba esperando pase el tiempo, descansando después de una larga caminata, en una de las bancas ubicadas en el Paseo República (de nuestra capital Lima – Perú) frente a la cárcel central o panóptico, por cierto, monumental cárcel, un sólido edificio que se encontraba donde hoy se encuentra el edificio del Hotel Sheraton, y una serie de edificios. Para entonces sólo contaba con 14 años de edad, estudiaba en el colegio Lima San Carlos, antes el antiguo Convictorio de San Carlos, cuna de próceres de la Independencia; en calidad de interno, por lo que desarrollábamos nuestro sentido de comunicación muy intenso, por entonces llegamos a ser campeones nacionales en 5 años consecutivos, pues se realizaban campeonatos nacionales de futbol entre los colegios particulares laicos y nacionales (lamentablemente a pesar de tan buenos resultados para el balompié nacional, hoy se ha anulado), de cuyas canteras salieron grandes jugadores que nos llevaron a participar en el campeonato mundial en los años 70, que hoy no sucede desde hace muchos, pero muchos años.
Es así como estando sentado en una banca del Paseo República, teniendo al frente al Palacio de Justicia (que hasta hoy existe) y estando de espaldas a la cárcel, me encontraba algo distraído, leyendo algunos periódicos, como Última Hora, La Prensa, El Comercio (era un hobbie que hasta la fecha conservo) vi pasar por mi costado un moreno alto, bastante flaco, que a tranco largo cruzaba el Paseo República y a corto intervalo, otro, de diferente característica, pero todos sucios de tierra, algo húmeda, tratando de sacudirse, sentado aún voltee sorprendido, por este desfile de ciudadanos que me parecieron espectrales, pero que llamaban mi atención y hasta diría de un olor singular, a tierra húmeda y sudor fuerte, agitados, y a pesar de la premura que llevaban, sólo los ojos los movían, mirando a los lados y de frente, pues todos llevaban la misma dirección, los perdía de vista al cruzar el Paseo República y tomar por el castado del Palacio de Justicia, para todo esto, ya habían prendido las luces, serían más de las 6:00 p.m., lo cierto es que me quedé casi paralizado y sin hacer ningún gesto y menos ruido alguno, bastante sorprendido, el temor estuvo ausente, la curiosidad si, no podía controlarla, pues observaba todo con atención.
Luego cuando terminaron de pasar, no menos de doce ciudadanos en las misma condición, me retiré y fui a mi colegio, no hice ningún comentario hasta el día siguiente, en el comedor, donde luego de formarnos ingresábamos a tomar desayuno (todos los internos) entre comentarios de unos y de otros, así como en los periódicos (Última Hora) era el periódico por excelencia que publicaba los hechos policiales, informaba de la fuga de la banda de Dulanto y el Guta empleando la modalidad del túnel, es de suponer que fue un trabajo arduo y fuerte, pues esos paredones eran no menos de 2 a 3 metros de ancho y sus cimientos debían tener algunos metros de profundidad, desde fuera se veían tremendos e inmensos paredones, imponentes por cierto, pues los comentarios decían que todos habían llegado a los Barrios Altos a la ya conocida por esos tiempos, Huerta Perdida, cerca al Cementerio Presbítero Maestro y El Ángel, que hasta hoy existen.
Es de considerarse que en el mundo, son cada día mas los casos negativos de miembros de nuestra sociedad que merecen ser aislados, generalmente estos seres a pesar de pasar por un periodo de carcelería, reinciden, propiciando un alto costo económico su permanencia en estos centros de reclusión.
No se sabe aún si estos altos costos que producen las carcelerías podrían ser evitadas si se tuviera un conveniente sistema de rehabilitación dentro y fuera de las cárceles para estos seres.
Se debería considerar que en muchos casos, se graban estos caracteres a sangre y fuego en el espíritu y la mente de esos seres, que sufren hostilidad en sus hogares o nunca conocieron uno, abusos en su niñez e imposibilidad de recibir una educación y alimentación adecuada.
Toda atención y análisis de la personalidad de estos individuos se hacen generalmente después “D” y no antes “D” en muchos casos es muy difícil su readaptación, por lo que como dicen los entendidos, las sociedades deberían emplear sus mejores esfuerzos e inversiones en la atención de nuestra sociedad empobrecida y marginada antes de hacerlo sólo en el sentido represivo.
Es el caso que allá por los años 1954, me encontraba esperando pase el tiempo, descansando después de una larga caminata, en una de las bancas ubicadas en el Paseo República (de nuestra capital Lima – Perú) frente a la cárcel central o panóptico, por cierto, monumental cárcel, un sólido edificio que se encontraba donde hoy se encuentra el edificio del Hotel Sheraton, y una serie de edificios. Para entonces sólo contaba con 14 años de edad, estudiaba en el colegio Lima San Carlos, antes el antiguo Convictorio de San Carlos, cuna de próceres de la Independencia; en calidad de interno, por lo que desarrollábamos nuestro sentido de comunicación muy intenso, por entonces llegamos a ser campeones nacionales en 5 años consecutivos, pues se realizaban campeonatos nacionales de futbol entre los colegios particulares laicos y nacionales (lamentablemente a pesar de tan buenos resultados para el balompié nacional, hoy se ha anulado), de cuyas canteras salieron grandes jugadores que nos llevaron a participar en el campeonato mundial en los años 70, que hoy no sucede desde hace muchos, pero muchos años.
Es así como estando sentado en una banca del Paseo República, teniendo al frente al Palacio de Justicia (que hasta hoy existe) y estando de espaldas a la cárcel, me encontraba algo distraído, leyendo algunos periódicos, como Última Hora, La Prensa, El Comercio (era un hobbie que hasta la fecha conservo) vi pasar por mi costado un moreno alto, bastante flaco, que a tranco largo cruzaba el Paseo República y a corto intervalo, otro, de diferente característica, pero todos sucios de tierra, algo húmeda, tratando de sacudirse, sentado aún voltee sorprendido, por este desfile de ciudadanos que me parecieron espectrales, pero que llamaban mi atención y hasta diría de un olor singular, a tierra húmeda y sudor fuerte, agitados, y a pesar de la premura que llevaban, sólo los ojos los movían, mirando a los lados y de frente, pues todos llevaban la misma dirección, los perdía de vista al cruzar el Paseo República y tomar por el castado del Palacio de Justicia, para todo esto, ya habían prendido las luces, serían más de las 6:00 p.m., lo cierto es que me quedé casi paralizado y sin hacer ningún gesto y menos ruido alguno, bastante sorprendido, el temor estuvo ausente, la curiosidad si, no podía controlarla, pues observaba todo con atención.
Luego cuando terminaron de pasar, no menos de doce ciudadanos en las misma condición, me retiré y fui a mi colegio, no hice ningún comentario hasta el día siguiente, en el comedor, donde luego de formarnos ingresábamos a tomar desayuno (todos los internos) entre comentarios de unos y de otros, así como en los periódicos (Última Hora) era el periódico por excelencia que publicaba los hechos policiales, informaba de la fuga de la banda de Dulanto y el Guta empleando la modalidad del túnel, es de suponer que fue un trabajo arduo y fuerte, pues esos paredones eran no menos de 2 a 3 metros de ancho y sus cimientos debían tener algunos metros de profundidad, desde fuera se veían tremendos e inmensos paredones, imponentes por cierto, pues los comentarios decían que todos habían llegado a los Barrios Altos a la ya conocida por esos tiempos, Huerta Perdida, cerca al Cementerio Presbítero Maestro y El Ángel, que hasta hoy existen.
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