martes, 23 de noviembre de 2010

CUMPLIENDO CON LA PATRIA


En el Primer Puerto del Perú, ubicado en el Callao, administra do por la Empresa Nacional de Puertos ENAPU S.A. en el año 1988 trabajaba para ENAPU S.A.; pertenecía al Departamento de Transportes, para entonces manejaba un elevador (llamado “pato”) que es un elevador de carga, su estructura es sólida, acondicionada para levantar pesos en este caso, hasta 5 toneladas. Los horarios de trabajo que se cumplían en ese entonces eran de 7 horas en el departamento éramos 350 operadores y habían grúas, elevadores (patos) de diferentes tamaños y coberturas en el levantamiento de pesos llamémosles chicos (2 toneladas), medianos (5 toneladas) y grandes (10 toneladas).

Grúas, tractores los que daban los servicios tanto en almacenes, zonas,, espigones, buques, según fueran las solicitudes de servicio, todos trabajábamos de manera organizada, con cierto alborozo y alegría, manteniendo un buen nivel de camaradería, compañerismo y colaboración mutua entre todos los que constituimos el Departamento de Transportes.

La fe y la confianza en el futuro para el trabajador y sus familias era lleno de esperanzas y felicidad, sin zozobras y sin nubarrones.

Es así como una mañana de un día que pudo ser triste y sin recordación para este servidor, me nombraron a la zona 6 como operador de un elevador, para este caso de 5TN, se trataba de levantar unos tubos de fierro de dimensiones variadas, en cuanto al grosor de 12 a 15 mts. de largo, es así como cumpliendo con la presentación en la zona, se dispuso se cargaran los camiones que para este efecto estaban esperando en cola (uno detrás de otro) llegaba ya la hora de salida, 2pm., y el último camión que estaba cargando el que tenía unos “palos” (digámosle así) para sostener los tubos que se iban montando (cargando en la plataforma) como único “tope” lado a lado de la plataforma, incrustados en orificios que tienen las plataformas, es el caso que los tubos puestos en la plataforma ya tenían una altura considerable pero como es usual en estos casos, casi siempre el chofer del camión trata de llevar el mayor peso posible, ya que cobraban por tonelada de peso, me solicitó que le agregara 5 tubos más sobre la carga.

Paré mi máquina, observé la carga detenidamente no viendo obstáculo ni riesgo alguno, decidí efectuar esta maniobra, así es que cogí los tubos que se encontraban en el suelo, con las uñas del elevador, me aproximé lentamente al camión, elevándolos por lo menos 3 a 4 metros y como es usual acercándome busqué el lugar más apropiado donde depositar la carga (tubos 5) retirando las uñas hacia atrás, cuando ya confiado iba a retroceder la máquina, sentí un ruido ensordecedor, levanté la vista y vi como iba cediendo la parte alta y los tubos caían al suelo a mi entorno.

En ese instante que no se, si fueron segundo o minutos, mis sentidos hicieron que mis manos se aferraran al timón y me sintiera el ser más delgado y pequeño que se pudieran imaginar, exigiéndome mi sub consiente a permanecer quieto sin quitar la vista de la ruma sobre la plataforma del camión, la vi irse reduciendo, quedando algunos tubos (5 a 6) pues todos los demás habían rodado, cual billas en una mesa de billar, luego de unos segundos o minutos de permanecer atónito, observé mi entorno, habían tubos regados, regados por doquier, unos sobre otros en posiciones caprichosas, sobre mi máquina habían por lo menos 10 tubos unos parados, recostados a la máquina y solo dos estaban muy cerca a mi, que continuaba sentado sin moverme, uno había atravesado el castillo que tienen los elevadores por el centro y otro lo tenía en forma lineal a mi costado, costado de mi asiento, asentando sobre mi máquina, en ningún momento vi o sentí como llegaron hasta donde se encontraban, siempre pienso que mi ángel de la guarda tuvo mucha chamba, y sobretodo debía estar muy encariñado conmigo, que no hubo tubo que me golpeara.

Es así como los trabajadores nos forjamos, como el acero, en el fuego intenso en el cumplimiento de nuestras funciones, amén de situaciones providenciales.

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