En un valle de abundante vegetación existía un rancho de una familia afincada en el, desde hacia varias generaciones, se dedicaban a la cría de vacunos y equinos, los pastos abundantes permitían la crianza en alta escala, las lluvias eran frecuentes en verano, los rayos, relámpagos y truenos muy frecuentes, el valle estaba rodeado de altas montañas, llenas de vegetación, el personal que atendía la crianza en el rancho era experimentado; entre ellos habían tres amansadores (especialista en domar equinos).
Entre todos los caballos (potros) existía uno que se distinguía por su alzada, imponente figura y por su indomable resistencia a ser montado, era un garañón majestuoso, querido por todos, por su acercamiento y agilidad para mostrarse, mientras no intentaran montarlo, muchos amansadores habían apostado a dominarlo, más no duraban muchos segundos en sus lomos, tenía una habilidad muy singular para deshacerse de los aparejos y monturas que lograban ponerle, no sin antes pasar por una serie de dificultades, provocadas por el cerril potro.
Los dueños lo veían como una animal especial para procrear, dado su porte, figura y fuerza, realmente era un semental de características especiales en su género.
Es así como ya habían pasado cinco años y “Sol de Oro”, así lo llamaban, había procreado en diferentes yeguas magníficas crías.
Entre todos los caballos (potros) existía uno que se distinguía por su alzada, imponente figura y por su indomable resistencia a ser montado, era un garañón majestuoso, querido por todos, por su acercamiento y agilidad para mostrarse, mientras no intentaran montarlo, muchos amansadores habían apostado a dominarlo, más no duraban muchos segundos en sus lomos, tenía una habilidad muy singular para deshacerse de los aparejos y monturas que lograban ponerle, no sin antes pasar por una serie de dificultades, provocadas por el cerril potro.
Los dueños lo veían como una animal especial para procrear, dado su porte, figura y fuerza, realmente era un semental de características especiales en su género.
Es así como ya habían pasado cinco años y “Sol de Oro”, así lo llamaban, había procreado en diferentes yeguas magníficas crías.
Su color era de un intenso rojizo claro brillante, su pelaje fue una de las razones por la que lo bautizaron como Sol de Oro, todos notaban su permanente acercamiento a los potrillos de los cuales era padre, como si tratara de educarlos y protegerlos, interviniendo cuando surgía alguna riña, era motivo de comentarios constantes entre los moradores y trabajadores del rancho Victoria donde se producía grandes cantidades de leche y los derivados de ella; se producía quesos, mantequilla, yogurt, etc.
En esos días el señor Amadeo Gregori, propietario del rancho, visitó otros ranchos buscando una yegua “de primera” como decía, para cruzarla con “Sol de Oro”, estaba seguro que procrearía unas crías excepcionales que le darían prestigio a su rancho.
Así, en uno de esos días lluviosos llegaron al rancho don Amadeo Gregori y sus trabajadores, arreando ganado y traían una potranca de tres años, según decían la madre era una yegua especial, de gran brío, bajo la lluvia, todos agotados, llamaban al personal para que los ayuden a arrear el ganado a uno de los corrales, que se encontraba vacío, pues no querían mezclar el ganado recién llegado con el del rancho, pues casi siempre se enfrentaban y podían hacerse algún daño.
La potranca recién llegada la habían traído enlazada, encargando especialmente a uno de los trabajadores para que fuera el responsable durante el viaje de traerla sana y salva, la potranca “Estrella”, así se llamaba, la hicieron entrar a uno de los corrales vacíos, colindantes con el que se encontraba “Sol de Oro”, la potranca al verse libre del bozal con que había estado durante todo el viaje, comenzó a correr al entorno interno del corral y a dar brincos de satisfacción, así lo consideraban los que la observaban bajo la lluvia torrencial, que no amainaba desde hacia algunas horas.
“Sol de Oro” al verla corrió hacia las barandas que limitaban el corral, erguido, relinchando, mirando a “Estrella” parecía llamarla para saludarla, algo así sucedido, pues “Estrella” se fue acercando, siempre desconfiada y nerviosa, para finalmente toparse hocico con hocico “Estrella” y “Sol de Oro”, bajo una lluvia intensa, el cielo se iluminaba por los rayos y relámpagos, los truenos eran ensordecedores, por lo que bufaban los vacunos, relinchaban los equinos, lo que no era impedimento para que “Estrella” y “Sol de Oro” se dieran leves mordiscos y pasaran sus lenguas uno sobre el hocico del otro, quizás haciéndose promesas que nosotros los humanos no entenderíamos, fueron transcurriendo las horas hasta que amaneció un nuevo día con un sol radiante.
Los mantuvieron así por espacio de tres días, solamente “Sol de Oro” era llevado a los pastos junto con la manada, pero siempre pernoctaba al lado de “Estrella” pegado a las gruesas barandas que los separaban, sin dejar de brindarse caricias mil.
Al tercer día de la llegada de “Estrella” al rancho, dejaron a “Sol de Oro” en el corral donde tenían a “Estrella”, al encontrarse juntos se prodigaron una serie de mordiscos y caricias, recorriendo sus cuerpos a mordiscos suaves y pasándose la lengua por sus cuerpos hasta llegar al clímax (como diríamos los humanos).
A los meses vino a este mundo un potranquito, fruto del apareamiento de “Sol de Oro” y “Estrella” superando toda expectativa, no separándose “Sol de Oro” de “Estrella” y su hijo bautizado como “Bronco” por su gallardo parar y su constante nerviosismo frente a cualquier situación de acercamiento a otros animales.
Todos comentaban la belleza y fortaleza de los tres equinos, cada uno decían de acuerdo a su edad y sexo.
Todo era felicidad para el trío, pero como dice la canción H.L. “nada dura para siempre” uno de los hermanos de don Amadeo Gregori, conocedor de la existencia de “Estrella” y “Bronco” como de “Sol de Oro” vino de visita al rancho de su hermano donde habían crecido los once hermanos, familia numerosa, todos ellos criadores de equinos y vacunos, comerciantes de ganado al fin y al cabo.
Después de una estancia de dos días, don César Gregori propuso a su hermano Amadeo la compra de algunas reses y equinos poniéndose de acuerdo en las condiciones y precios.
Como era costumbre entre la familia despedirse, con un almuerzo con la participación de la familia y los trabajadores, escuchando canciones propias del lugar, en una victrola a cuerda, de la época, con la participación de los instrumentos como la guitarra, el arpa y el violín, y algunos cantantes espontáneos estando en pleno desarrollo el almuerzo, don César Gregori le propone a su hermano Amadeo la compra de “Sol de Oro”, don Amadeo lo piensa y entre bromas y comentarios familiares le dice que era muy peligroso trasladar a “Sol de Oro” desde su rancho hasta el rancho de don César, siempre recordando la familiaridad, le propone que lleve a “Estrella” y “Bronco” su hijo y cuando este “Bronco” se destete, le devuelva a “Estrella” y así podría mejorar su línea de crianza.
Viendo César que iba a ser imposible convencer a su hermano Amadeo, aceptó la propuesta, quedando de partir con su gente al día siguiente muy temprano a las cinco de la mañana, sintió un movimiento intenso en el patio y los corrales del rancho preparando la partida de la gente de don César y el ganado que trasladarían al rancho de don César que se ubicaba a 300 km al norte, tenían que pasar por valles, quebradas y remontar cerros y laderas por lo que tenían que viajar armados y bien pertrechados de alimentos, pues la soledad entre esos parajes era total.
Partieron llevándose a “Estrella” y “Bronco”, “Sol de Oro” se quedó triste y por dos días no comió y solo parecía dormir tirado de bruces en el suelo, al tercer día pareció recuperarse y muy temprano como era costumbre junto con el resto de la manada lo conducían a los cercos, para que se alimentara como siempre, eran pocas las personas que arriaban el ganado y los equinos, ya que nunca había pasado nada fuera de lo común, pues eran bestias mansas que solo buscaban alimentarse, pero en este caso “Sol de Oro” en un recodo del camino comenzó velozmente a trepar el cerro lleno de vegetación, al principio los arrieros pensaron que algo lo había espantado (asustado) y que regresaría, no fue así, lo vieron casi coronando el cerro, tuvieron que continuar arriando los animales, tratando de calmarlos pues se notaba cierto nerviosismo, inusual por cierto.
Después de unos días de búsqueda todos hacía presumir que había huido a los pastizales de altura, donde los animales se alimentaban y vivían libremente, se comentaba que habían manadas de equinos y vacunos medios “locos”, decían, y solo podían cazarlos con disparos de carabina en el caso de los vacunos y los equinos era muy difícil cercarlos y amansarlos, por lo que nadie se animaba a realizar semejante faena.
Don Amadeo dispuso se esperara el próximo rodeo que se realizaba una vez al año, podría ser que “enmadrinado” (significa esto que siguiendo a alguna yegua podrían atraparlo).
Desde ya dispuso una buena suma de dinero de premio para el que lo atrape. “Sol de Oro” caballo inteligente, recorrió una gran distancia por esas inmensas llanuras, llenas de vegetación (pastos naturales) para luego dirigirse hacia el norte justamente donde quedaba el rancho de don César Gregori.
“Sol de Oro” caminó como si supiera donde encontraría a “Estrella” y “Bronco”, su hijo, durmiendo de día, oculto entre los arbustos para salir a los caminos y andar solamente de noche, hasta que llegaba un nuevo día. Demostrando una habilidad quizá increíble para los humanos, parecía que sus sentimientos hubieran despertado en él habilidades negadas para los equinos, según los humanos.
Es así como durante 4 noches caminó aún con riesgo de su propia vida, cruzando ríos y cañadas, subiendo y bajando altos cerros, escarpados algunos y otros llenos de vegetación, siempre evitando a caminantes o seres humanos fuera de día o de noche.
Al quinto día, bastante agotado llegó al rancho de don César Gregori, divisándolo desde las alturas, ocultándose para no ser visto pudo ver a “Estrella” y “Bronco” su hijo, quienes parecían presentir su presencia, pues en intervalos miraban a las alturas y nerviosamente se encabritaban sobándose sus cuerpos unos a otros.
Esa noche llegó “Sol de Oro” hasta los corrales donde estaban los equinos de la hacienda, unos 150 entre caballos, yeguas y potrancos, silenciosamente “Estrella” y “Bronco” se acercaron a las rejas de madera, pudiendo mordisquearse suavemente unos a otros, a modo de saludo.
Al día siguiente como era costumbre los arrieros llevaron a los equinos a un determinado cerco, para que se alimentaran, a eso de las cinco de la tarde arrearon a todos hasta el río para que bebieran agua como era costumbre, para ello debían salir del cerco y tomar un camino que bordeaba las bases de inmensos cerros llenos de árboles y vegetación, tanto “Estrella” como “Bronco” al llegar a una hondonada por donde corría el agua de lluvia bastante profunda, no siendo vistos por los arrieros, subieron por ella hasta encontrarse con “Sol de Oro” que estaba oculto, al verlo se acercaron a él lentamente como si no quisieran ser vistos, echándose enseguida, saludándose, esperaron que anocheciera, comenzaron a caminar hasta llegar a la cúspide y por ella siguieron hacia el sur, noche tras noche durante seis noches, llegando a los grandes pastizales a donde no llegaban los humanos,
Año tras año se hablaba en los rodeos, que existía una gran manada de hermosos caballos y yeguas todos los que a la distancia los habían visto aseguraban que quien los conducía era “Sol de Oro” que fiero se mostraba, parándose en dos patas cuando presentía que alguien los observaba a la distancia.
Y así han pasado los tiempos, logrando “Sol de Oro” constituir una numerosa familia (manada), lejos de los humanos, en los grandes llanos de nuestra cordillera, sin ser capturados nunca jamás, y así vivieron felices Sol de Oro, Estrella y Bronco…
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