miércoles, 30 de marzo de 2011

EL SEÑOR TODO LO PUEDE




Hace ya 47 años, recorriendo la Av. Venezuela, del Callao, primer puerto del Perú hacia Lima, la capital del Perú, en el cruce de las avenidas Venezuela y Faucett, que en esos tiempos no tenía semáforo alguno y las avenidas aún eran pistas angostas, a los costados era tierra y todo estaba circundado aún por tierra cubierta de vegetales entre ellos grama y pasto alto, siendo pues, una zona bastante amplia. Es así como viniendo por la Av. Venezuela del Callao, a unos 200 metros antes del cruce con la Av. Faucett a u nos 100 kms de velocidad, el auto era un Toyota del año 1963, modelo Tiara (auto pequeño para la época) los autos que venían por Faucett, se habían detenido, era el momento de acelerar para cruzar, cuando pude ver que se levantaba una polvareda al costado de los autos detenidos, logré distinguir un auto grande que a alta veloci dad trataba de ganarme el cruce, en una reacción rápida en segundos decidí pisar el freno, tomarme fuerte del timón y pegar el cuerpo con fuerza al espaldar de mi asiento, pues el impacto era eminente y así fue, el vehículo marca Playmout que era un vehículo grande y pesado en comparación al mío que pesaba la tercera parte del otro y medía la mitad, lo impacté casi al centro. Después del impacto cobré lucidez, me vi mirando al Callao, pues mi vehículo había dado un giro de 90 grados y debió ser en el aire pues de lo contrario se hubiera volteado, pues mantenía su posición sobre sus cuatro ruedas. El vehículo impactado por mi auto, después de dar dos vueltas de campana terminó de costado en la “chacra” por decirlo así, es el caso que comenzaron a pararse los vehículos y la gente a aglomerarse, corrí al vehículo impactado, para prestar ayuda, es así que cuando me acerco estaba un señor, desconocido para mí, sobre el vehículo que se mantenía de costado y trataba de sacar una señora que con sus brazos en alto trataba de salir, y el señor parado sobre la carrocería hacía esfuerzos por levantarla, sin lograrlo, entonces viendo esta situación me eché y con mis brazos traté de abrazar a la señora para levantarla y el señor este airadamente me gritó, que la soltara que era su señora, acto seguido la solté y él también, cayendo aparatosamente dentro del vehículo, la señora en mención, acto seguido me bajé del vehículo a donde treparon otros, pues habían niños y otras personas atrapadas dentro del vehículo aunque algunos ya habían salido. Es así como finalmente llegó un patrullero y me trasladó al puesto policial del distrito de La Perla, aun me mantenía nervioso por el accidente, llegamos a la comisaría que en esa época se encontraba en la Av. La Paz, dos cuadras antes de llegar a la Av. Santa Rosa, recuero que me atendió un sargento de apellido Ávalos, era el jefe comisario en aquel entonces, me hizo pasar a su oficina, luego de salir el señor que en el accidente me había recriminado por tratar de ayudar a salir a su señora del vehículo siniestrado. El señor comisario tratándome con amabilidad me dijo que estaban tratando de ubicar al chofer pues creían según le había manifestado el señor que estuvo con él en la oficina, lo habían trasladado a un hospital según manifestó debía estar herido (por lo que ordenó me tomaran mi manifestación), a lo que yo le sugerí que era prácticamente imposible, pues al único que logré ver en el teatro del accidente y salir del vehículo fue al señor con el que él había conversado. El sargento me quedó mirando, hizo algunas llamadas por teléfono, pero antes ordenó a su sub alterno que no se retire el mencionado señor por ningún motivo.

Luego de unos minutos el sargento me preguntó: ¿estás seguro que él venía manejando?, yo le dije: sí, no hay otro, él es; a lo que me contestó, bastante mortificado: si él es yo lo hago hablar, no te preocupes, espérame afuera; acto seguido se paró y salió a la puerta, invitando a pasar al sospechoso, a los diez minutos más o menos, salió el sargento bastante molesto y me dijo: este zamarro ya reconoció que es él y no tiene brevete, viene de recibir a su familia en el aeropuerto, son de Iquitos se han tomado un vino; acto seguido regresó a su oficina y le tomaron su manifestación. Yo solicité el teléfono y llamé a la compañía de seguros El Pacífico pues mi vehículo estaba asegurado, los daños materiales fueron considerables pero no hubo mayores daños físicos, es por ello que el incidente fue con un final feliz. Gracias al Señor que todo lo puede.

martes, 22 de marzo de 2011

CONOCIENDO A CRISTO


Corrían los años del 2005 en el primer puerto del Perú, el Callao, trabajaba para la Empresa Nacional de Puertos ENAPU S.A., venía sufriendo por entonces de fiebres muy altas, siempre en las noches, era en el mes de Febrero. Por esta razón y como tenía seguro social para mi caso me correspondía el Hospital Sabogal, ubicado en el Jr. Colina de Bellavista – vivía en el Jr. Brasil, La Perla, a pocas cuadras del hospital – es así como en una de esas oportunidades me sentí muy afiebrado en horas de la noche, 11 pm, llegué al hospital a emergencia, ingresé a ella, previo los trámites de rigor, atendiéndome un doctor bastante atareado (hasta nervioso diría yo) de unos 50 años de edad, interrogándome sobre qué dolores sentía, tomándome la temperatura, que era 38 grados y líneas, averiguando si era alérgico a algún medicamente, finalmente me extendió una receta en la que se me debía para tomar pastillas, según él para que me baje la fiebre y así retorne a mi domicilio, acudiendo a mi trabajo a las 7:00 a.m., mi horario de salida era las 02:00 p.m.

Sintiéndome agotado me acosté lo más temprano posible, 08:00 p.m. y a eso de las 10:00 p.m. nuevamente me sentí afiebrado, de inmediato acudí al hospital – a emergencia – en esta oportunidad me atendió otro médico a quien le referí la experiencia de la noche anterior, recetándome las mismas pastillas – regresé a mi domicilio ya con mucha preocupación y un malestar bastante agudo – nuevamente acudí a mi trabajo, cumpliendo con el turno, la fiebre bajó, nuevamente, tomando las precauciones más convenientes me acosté temprano, a eso de las 09:00 p.m. me había subido la fiebre, supongo a límites tremendos, pues en la cama mi cuerpo saltaba, recuerdo que mis dos sobrinos jóvenes trataban de controlarme, para que no saltara, lo que les resultaba imposible, y así hasta que llegaron los bomberos con dificultad aprecié el rostro del señor bombero, un hombre alto, joven de unos 30 años, que me comunicó que me iban a llevar al hospital y si podía pararme, ya para ese momento estaba estable, bastante ido, solamente focalizaba mi visión, sin apreciar los entornos, pero sí entendía y razonaba, haciendo los esfuerzos necesarios, me incorporé, logré apreciar que el señor bombero abría sus brazos tratando de ayudarme o evitar que me cayera, preguntándome si podía caminar, pues me iban a llevar al hospital (yo vivía en un segundo piso) respondía que sí, acto seguido comencé a caminar, sintiéndome bastante inseguro, aún no podía apreciar mi entorno y sólo veía fijamente por donde me conducía, mi conciencia era limitada a lo manifestado y es así como teniendo al señor bombero delante de mío supongo (hoy) mi familia detrás, preocupados por mi capacidad para mantenerme de pie baje las escaleras, así llegué a la vereda (calle) de mi domicilio, donde estaba una camilla esperándome, indicándome que debía de acomodarme en ella para que la ambulancia me llevara al hospital, recuerdo que me ayudaron a echarme en la camilla, asegurándome con unas correas, luego no recuerdo cuánto nos demoramos en el trayecto, ni como me bajaron, sólo recuerdo estar frente a un médico, que me hacía las mismas preguntas que me hicieron en las otras oportunidades, más no recuerdo qué explicaciones di, ni qué le manifestaron a mi señora y mis familiares, finalmente me regresaron a mi domicilio, extendiéndome la misma receta que las noches anteriores.

Esa noche me subió la fiebre a tal temperatura que perdía la noción de las cosas y solo recuerdo por episodios que mi señora esposa se esforzaba, secándome el sudor que derramaba profusamente por todo mi cuerpo, en mayor cantidad, del pecho y la espalda podía notar cómo se mojaba los paños que me cambiaban constantemente, y cuando lo exprimían chorreaba el liquido que había absorbido (sudor), según me dijeron mucho después de no haber tenido tal atención podía haberme dado una pulmonía fulminante que hubiera terminado con los días de mi existencia.

La negligencia, la falta de interés, la indolencia medica me llevó a este riesgo, pues ya estaba bajo la responsabilidad de los médicos que me habían atendido; seguramente solo con cinismo me hubieran extendido el certificado médico declarándome muerto

Como dice “de todo hay en las viñas del señor”

Pasada la noche y aun con vida hasta hoy y siempre, agradezco al que todo lo puede. AMEN.

Como a las ocho de la mañana me visitó un médico, amigo, quien me preguntó sobre mi salud, es de suponer que ya estaba informado de los sucesos de la noche, sugiriéndome que fuera al hospital o a su consultorio de inmediato y así lo hice, ingresé al consultorio (es médico cirujano) por lo que tenía que suponer que sabía lo que debía hacer, y es así que luego de echarme en una camilla procedió a presionar en los lados de mis estómago con sus manos, una sobre otra, prensando con sus dedos, primero al lado izquierdo y luego al derecho, cuando efectuó este acto al lado derecho, sentí muy levemente un dolor lejano y casi ausente, al preguntarme si me dolía como lo hizo en la primera oportunidad, fue tan tenue el dolor que podía haber manifestado que no, pero preferí explicarle con detalle lo que sentía, de inmediato me sugirió que debía regresar a emergencia para ser internado, que de ninguna manera podía retirarme a mi domicilio, es así que luego me encontré frente a una señora, médico, según me enteré, jefa del área, de emergencia quien me interrogaba bastante fastidiada e incisiva en sus preguntas, recuerdo, aún, que cuando le manifesté que había “convulsionado”, con cierta ironía y airadamente me dijo ¿Cómo que usted sabe que ha convulsionado? No, usted no puede saber si convulsionó o no, porque el que convulsiona no se puede acordar de nada. En el estado en que me encontraba, bastante disminuido de mis capacidades, no estaba para discusión alguna, y menos de mi estado de salud, finalmente me encontré acostado en uno de los pasillos del Hospital Sabogal, a la espera de ser intervenido quirúrgicamente, se me aplicaba suero a la vena, la primera noche que pasé en el pasillo sudé tanto (supongo que la temperatura corporal me subió, que según mi señora me dice, me veía reducido, pequeño y casi sin movimiento, por lo que esperaba lo peor.

Es así como pasé dos noche, siendo finalmente intervenido en un día determinado y a una hora determinada, recuerdo que apresuradamente llegaron unos señores trabajadores del seguro, quienes me fajaron las piernas hasta los pies, bueno, en fin, según ellos me prepararon para ser operado de la “vesícula” y de una hernia que tenía en el ombligo, precisamente me condujeron a “alta velocidad” en la camilla que ocupaba por unos pasillos, llegando finalmente a la sala de operaciones, donde esperaban tres enfermeras, colocaron la camilla al costado de la “mesa” de operaciones, cuando noté que me trasladarían a la mesa de operaciones les sugerí con palabras y señas, que yo lo haría, sonriendo esperaron mis acciones, siempre atentos a mis movimientos y así lo hice, luego una de las personas que estaban ahí me acercó a la cara una mascarilla que supuse era la anestesia, acto seguido le sugerí que yo mismo lo podía hacer lo mismo, accionando mi mano para tomar la mascarilla que ya estaba sobre mi cara, asintiendo con una sonrisa casi de sorna, dejándome hacerlo, lo que si no puedo precisar qué tiempo, pues debo haberme quedado dormido y ellos deben haber controlado los tiempos necesarios.

Luego, ni se dé que tiempo supongo desperté en una sala con dos camas, una la usaba un paciente según me refirió después con experiencia en estas lides, pues que su mal tenía muchos años, también estaba algo ido, yo tenía necesidad de miccionar (aún tenía los efectos de la anestesia) le pregunté si no veía donde orinar (pero tenemos que considerar que el ciudadano con el que hablaba, estaba quizás igual y peor que yo), me dijo que el baño estaba cerca a la puerta y es así, por razones de principios o cordura mal tomada, me levanté de la cama, tomé el tubo que sostenía unas botellas que estaban conectadas a mi brazo y semi desnudo caminé al baño y efectué el acto de miccionar, regresando a mi cama a acostarme. Por lo mismo lo use en 2 oportunidades más.

Antes de este hecho tuve un sueño muy gratificante y bastante fuerte, pues de pronto me vi ante la presencia de Cristo en la cruz, crucificado aún, la cruz con Cristo crucificado, estaba en el suelo pude ver las heridas y clavos de sus manos y pies pues aun permanecía crucificados y sus costados abiertos y sangrantes, dos mujeres a su cabecera, pues la cruz estaba inclinada ya que el declive del montículo le daba esta posición, dos mujeres dolientes, una tenía la palma de su mano sosteniendo su cabeza (de Cristo) y la otra secaba su sudor y sangre, muy dolientes ellas, a mi llegada no se manifestaron en sentido alguno, y yo me sentía “incorporo” sin cuerpo, al ver a Cristo sentí, un dolor profundo y me preocupé de observar sus heridas fundamentalmente la que tenía en uno de sus costados (la escena para mí era clara, como lo es hasta la fecha) lamentando en silencio lo sucedido a Cristo, dije para mí: pobrecito, cuánto habrá sufrido. Toqué la herida que tenía en el pecho y sentí, el dolor en mis manos y brazo, elevándome sin retirar mis manos de la herida mis brazos se estiraban, mientras que mi cuerpo se eleva.

Según me relatan mis familiares, mi esposa en especial, es que preocupados como estaban querían cuidarme toda la noche, después de mi operación, todos les aseguraron que no, pues había personal, que me cuidarían toda la noche, y por más que presione el timbre que yo lo escuchaba sonar, así como mi compañero de cuarto, no llegó nadie, en toda la noche, lo que de alguna manera contribuyó a que yo cometa el acto imprudente de ir al baño a miccionar con las posteriores malas consecuencias.

Es así que cuando llegó la visita médica, con su séquito de observadores, le reclamé al médico, más no sé si esto sirvió de algo, pues jamás se me dio explicación alguna.

A los tres días me trasladé a mi casa con las precauciones del caso, al quinto día fui a tomar mi baño acostumbrado en la ducha, de la herida que tenía en el ombligo por la hernia operada, salió un flujo de sangre que con el agua corrió por mis extremidades inferiores, provocándome cierto temor y preocupación, lo que comuniqué de inmediato, terminándome de bañarme regresé a mi cama, llamaron al médico amigo (cuyo nombre no puedo señalar, ya que no he sido autorizado), luego de ser auscultado por el médico en mi domicilio, él me sugirió su compromiso de atenderme personalmente en mis curaciones, y así lo hizo por espacio de 20 días, recetándome medicamentos según él muy especiales, contra cualquier tipo de infección.

Acudiendo siempre al hospital Sabogal para el tratamiento y observación de mis heridas. Es así como corolario de estos inconvenientes, tenía que salir de vacaciones en Marzo, me las dieron a partir del 15 de Marzo, estando enfermo corrieron éstas, y cuando me dieron de alta en abril en el Hospital no quisieron reconocerme los días de enfermedad, y perdí los días de vacaciones, viéndome obligado a ingresar a trabajar sin goce de vacaciones hasta el próximo año (todo un acto prepotente contra el derecho de los trabajadores, la vida y la salud). Tras cuernos palos, decían mis abuelos.

Debo una explicación y lo voy a dar:

De acuerdo a lo que me informaron: dicen que lo que tenía era una vesícula encapsulada, significa esto que la vesícula en sí había perdido su forma y constitución, por razones que desconozco, se formó en su entorno una envoltura, capas de no permitir el derrame de las sustancias que esto generalmente contiene ¿Cuándo sucedió? Lo desconozco ¿Cómo sucedió lo desconozco, me dicen que en diez millones de casos, sólo uno se puede salvar.

Es por ello las fiebres, la falta de dolor, la falta de manifestación o síntomas que se presentan en estos casos, lo demás mejor se lo dejamos a los especialistas.

Agradecimiento: al médico que me salvó de morir, por incapacidad e indolencia de los médicos que me atendieron en este singular mal.